domingo, 9 de mayo de 2010

Los recomendados: La Burbuja de Bertold, por Diego Agrimbau y Gabriel Ippoliti



Por Gabriel Zárate

La Burbuja de Bertold: Inicialmente publicada por Albin Michel (Francia) el 2005 y luego por Norma Editorial el 2007. Es ahora editada impecablemente en Argentina por La Historieteca Editorial de Marcelo Pulido, con guión de Diego Agrimbau y dibujos de Gabriel Ippoliti. Ganadora del Primer premio a la mejor BD de Ciencia ficción, Festival de Utopiales, Nantes (Francia) y del Gran premio del jurado. Festival de Colomiers. (Francia) 2005. Recientemente ganadora en mayo del 2010 del Premio Solano López a la mejor historieta nacional y al mejor dibujo (Argentina).

La ciudad de Butania es un mundo del mañana, donde las reservas de gas tienen un arriesgado límite de caducidad. Bertold Boro lo descubre. Es un funcionario de la Intendencia, el órgano despótico que controla el poder de la metrópoli, empleando un aparato represivo orientado a que la maquinaria del sistema nunca se detenga. Bertold tras ser interrogado, denuncia con resolución y osadía, que el gas se agotara. Por negarse a retractarse, es condenado sumariamente. La crueldad extrema de esta futurista sociedad totalitaria se ve sintetizada en el inhumano castigo a los diversos criminales, que son sentenciados implacablemente, con la amputación, parcial o total, de sus extremidades.

Froilán, un veterano titiritero curtido y envilecido, acompañado por Lorenzo, su sensible y emotivo asistente, quienes buscando un “tronco humano”, se encuentran con un Bertold minusválido y degradado a la deplorable condición de falso muñeco de ventrílocuo. Le ofrecen ser parte del Teatro de títeres vivientes, del cual Froilán es el dueño. Con brazos y piernas artificiales que cuelgan de hilos y programado por una maquina que ejecuta sus movimientos, Bertold, asume el rol protagónico, sale a escena y retorna a la vida, a través de la actuación dramática.

Dueño de una capacidad histriónica emotiva e impactante, Bertold será un despojo humano, pero no ha perdido su voz ni su palabra, siendo capaz de estremecer y encandilar al público con ella y con sus perturbadoras ideas, manipulando al numeroso auditorio a través de constantes improvisaciones que camuflan una simbólica disertación sediciosa.

“Leche de madre” es una pieza teatral que aparenta ser un metafórico retrato del supremo sistema dominante, pero su real fascinación en la concurrencia, que se multiplica cada día para contemplar su representación, descansa en el poder subversivo de su sensitivo discurso, escenificado por marionetas vivientes, llevando la degradación del hombre a un severo e intolerable extremo de ignominia inverosímil.

A su vez la función escénica produce una identificación inconsciente entre estos títeres humanos sin voluntad, que dependen mecánicamente de una compleja maquinaria que mueve sus hilos, de acuerdo a una programación previa, para lograr desplazarse; robotizados y carentes de autonomía ante la población espectadora. Una población resignadamente sometida bajo el poder de una amenazadora burocracia tiránica, en una sombría urbe industrial, gris y siniestra, que finalmente termina estallando descontrolada de una fuerte ira y furor contenidos.

Cobra evidente presencia el icono cultural de Bertold Bretch, dramaturgo anti burgués, enfrentado a una forma teatral que considera lúdica y superflua. Es un célebre representante del arte comprometido, aquel que se propone inducir al individuo a reflexionar sobre lo que ocurre en la crítica realidad diaria y a partir de una toma de conciencia en el espectador, iniciar un proceso de cambio de mentalidad que terminaría transformando el mundo. Es el perturbador rol social del arte cuyo deber ansia alterar a la sociedad.

También es un relato anti utópico digno de la peor pesadilla orwelliana, sobre el aterrador destino de nuestra civilización, cuyo funcionamiento fabril depende de sus reservas energéticas no renovables y la temible sombra de su escasez que nos amenaza con una crisis catastrófica mundial, y también, especialmente, sobre sus habitantes, engranajes inmersos en un enajenante sistema, donde solo obtienen valía en relación a su eficaz desempeño en la compleja cadena productiva, cosificando al hombre como un simple dispositivo viviente.

Gabriel Ippoliti influenciado artísticamente por el gran Enki Bilal, no en el estilo pictórico del dibujo, pero si en la visón del mundo representado, en la develación de las imágenes del futuro universo posible. Ipolitti consigue un hermoso esteticismo gráfico, una atmosfera ocre, recubierta y matizada de una tonalidad herrumbre casi insuperable, en las viñetas modeladas con gamas que sugieren un estancado deterioro. Impresiona su destreza en el dominio del color. Es un modelado estilo realista, plásticamente sugestivo, que guarda estrecha relación grafica con la descripción discursiva del alienante futuro revelado por Diego Agrimbau.

La Burbuja de Bertold es el álbum que marcó el explosivo inicio de la consagración internacional de Diego Agrimbau y Gabriel Ippoliti y la primera parte de la trilogía Último Sur. Con él nos enfrentamos a un provocador y peculiar relato desbordante de talento, donde sus autores sumergiéndose en los intrincados universos de la ciencia ficción, plantean severas y vigentes observaciones sobre la problemática realidad actual y los peligros de un alarmante futuro. Un futuro no tan lejano que nos aguarda, menos ficticio y más real de lo que nos imaginamos en nuestros próximos años, cuando el porvenir nos alcance y ya no exista solución posible para remediarlo.

Nota: Consultar otras reseñas sobre la obra de Diego Agrimbau


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