lunes, 30 de agosto de 2010

Entrevista a Enrique Alcatena en Lima (Tercera Parte)


Por Gabriel Zárate

En Argentina, siguen surgiendo dibujantes talentosos, pero gráficamente en la mayoría predomina un estilo humorístico. Esta crisis de la representación realista: ¿Es una tendencia propia que refleja las preferencias de la época o es una exigencia del mercado europeo? ¿Hay relación entre el caricaturesco humor y una hegemónica cultura hedonista global? o ¿es la desenfrenada influencia del incontenible Manga?

No percibo a demasiados dibujantes argentinos inscritos dentro del estilo Manga. Si veo a varios dependientes de ciertas tendencias europeas, de dibujantes franceses como Manu Larcenet. Se nota mucho la onda europea más que el Manga. En los muy jóvenes, a lo mejor se encuentran chicos basados en la estética del Manga, pero los jóvenes profesionales observan más a Europa, me parece.

Hay también un grupo que trabaja para el mercado americano haciendo un dibujo realista. Es una generación de dibujantes que se ha formado leyendo el comic americano de los ochentas. Entonces ya son otro conjunto de gente.

La Fierro tiene de eso, mucho dibujo humorístico personal que se aleja de los parámetros de la representación realista. Son tendencias, modas, pulsaciones, no sé qué va a pasar... Es inevitable que uno siempre este influenciado: la escuela argentina nace de la escuela americana. Invariablemente todas las generaciones han tenido su modelo foráneo. Hugo Pratt viene de Milton Caniff. Diversos dibujantes han derivado de Caniff, de Foster o de Raymond. Todos venimos de otro lado. Así que es tan legítimo seguir al Manga como seguir a Raymond. Es lo mismo, siempre existen diferencias en gustos.

¿Es predominante la influencia francesa, entonces?

Yo creo que si, en cuanto a los jóvenes autores de prestigio hoy en día. El Manga prende en los chicos más jóvenes que están haciendo fanzines. La diferencia que yo percibo, es que la mayoría de la gente entiende el Manga solo como determinados recursos gráficos: El ojo grande, ciertas convenciones para dibujar los rostros o la figura humana.

Pero el Manga no es únicamente eso: Es una forma de contar, tiene que ver con el diseño en que ellos organizan el ritmo narrativo de la historia, el uso de los cuadros mudos, el empleo del tiempo, Lo demás es cosmético. La mayor parte de personas que hacen Manga, lo confunde con la estética del Anime. El Manga es muy interesante desde el punto de vista narrativo. Es tan historieta como cualquier otra, su diferencia tiene que ver con los formatos y nada más: La cantidad de páginas, la duración de la introducción, pero los que están deslumbrados por el Manga tiene una devoción por su aspecto meramente formal y superficial.

Entre los jóvenes historietistas argentinos, usted es un referente muy popular y querido. ¿A qué piensa que se debe su gran carisma entre la juventud historietística argentina?

Es una virtud… para mí, todos estamos inmersos en lo mismo y hablamos el mismo idioma, con las diferencias del caso y las peculiaridades personales de cada uno. Es un sentido de comunidad. Aparte yo siempre he creído en el tema del grupo, en el cooperativismo, en sentirte parte de un todo trascendental que te supera. Entonces para mí no es ninguna virtud, es una cosa natural. No lo tomo como una cosa distintiva o algo de lo cual tenga que enorgullecerme. No me propuse hacerlo como una política, en forma calculada.

Yo disfruto mucho hablando de dibujo, dando charlas del oficio, con pares, con aficionados, con gente interesada por el tema. A veces ocurre que hay individuos que se sienten amenazados. Piensan: “No voy a avivar giles (tontos)”, no desean abrirles los ojos, pues si transmiten lo que saben a otro, luego temen ser superados después. No te pasan los datos, porque “cuidan su quinta”. No creo en eso, porque si tengo información y le pude servir a un dibujante, que él entonces pruebe suerte. No me lo voy a guardar para mí, porque mi trabajo lo hago yo. Si toman a un dibujante, será por su capacidad y si no les interesa lo que yo hago, buscaran a otro historietista. No veo esa cosa egoísta, de desconfianza, de querer protegerse a uno mismo siendo mezquino. Pienso que se puede compartir todo. Si puedo ayudar a alguien lo hago, así como hubo gente que me ayudo a mí.

Cuando afirma que: “Los blogs fomentan el personalismo y el narcisismo”, pareciera que le preocupa que los blogs de autor generan una posible frivolización de la profesión de dibujante. ¿Qué alternativa propone frente a una realidad virtual apabullante que nos exige existir inmersos en la gran red?

No sé si hay alternativa. Yo cuando afirme eso… después me dije: “Quizá fui muy duro”, se hizo tanto lio entonces… no fue mi intensión la de criticar a alguien en particular, no quería desatar ningún tipo de polémica, te lo aseguro. Pero si lo sigo pensando… que tiene que ver, con lo que estábamos hablando antes.

Te hace perder tiempo inútil el estar buceando en los blogs y hay cosas que son malas o mediocres. Para separar la paja del trigo se desperdicia demasiado tiempo. También es muy humano… quieren publicar sus trabajos para que el planeta los contemple. Yo lo que quise sugerir, cuando hablé de eso, de alguna manera, fue que haya una mayor autocrítica, un mayor sentido de la responsabilidad del trabajo gráfico, porque cuando trato con dibujantes jóvenes los veo muy impacientes por tratar de salir al ruedo y cuando uno les dice muchas veces: “Mira, te falta, corrige eso”… ¡No les gusta nada!

Hay una necesidad muy precoz de tener que encontrarse ya en los medios.

Exactamente, mucho antes de que estén preparados para ello y además te das cuenta, que mucha gente joven no se toma bien la crítica. Te responden: “Yo ya puedo, yo ya estoy”, y les contesto: “Pero no te apures, corrige tal cosa, mejora tal otra, porque si no, te expones a que desvaloren tu trabajo, a que no te tomen en serio”. Entonces al hablar sobre ese tema, simplemente quise hacer hincapié en eso, pues veo mucho blog mediocre, que ocupa espacio y es solo para el grupito de amigos, para que les den la palmada virtual sobre el hombro y les digan: “¡Qué bárbaro, eres un maestro!” ¡Al final todos son unos maestros!, es medio loco el término. A mí me molesta cuando me dicen maestro también, pues yo no soy un maestro de nada y menos un pibe de 20 años (¡Maestro! ¡Grande!). En su propio universo alternativo, hay tanta franela mutua que les pueden hacer perder el norte, más si son tan jóvenes.

Hay una percepción distorsionada de la propia obra

Exacto y cuando verdaderamente quieran salir al mundo real, se van a mandar una patinada de frente, porque recién se van a dar cuenta que las cosas son mucho más competitivas. Eso fue lo que quise decir… nada más que eso.

Están todavía verdes, pero ya se la creen…

Era para debatir sobre eso y punto. Pero mucha gente, que también me parecía legitimo, me respondió en su momento: “Pero es lo que a mí me gusta. Yo lo hago, no porque quiera trascender, sino para compartirlo con mis amigos”. Está bien, tienen razón si lo quieren para eso… pero bueno, no era para tanto.

En medio de la industria gráfica argentina en recomposición, aparecen blogs como “Historietas Reales” que han permitido a muchos jóvenes dibujantes acceder a otro tipo de soporte para dar a conocer sus trabajos y después verlos editados. ¿Qué opina de Historietas Reales? ¿Le parece una opción válida para quienes no tienen acceso directo a la publicación impresa?

Si, por supuesto que es válido. En lo personal, a mí el género de Historietas Reales mucho no me llama la atención. Por formación me atrae más, la narración que tiene que ver con la novelística, con las ficciones. A veces, me parece un poco excesivo el regodeo pseudoautobiográfico en este tipo de historias. Pero está bien, son los gustos, es una postura subjetiva y para nada condenatoria. Evidentemente fue una gran idea, pues salieron muy buenos trabajos. No me interesa el género autobiográfico en particular, esa es mi única observación.

Entre los dibujantes argentinos ¿mencionaría algún historietista injustamente olvidado?

Muchísimos…No sé si olvidados completamente, pero no valorados quizá en su totalidad. Pero bueno, que se yo… Hace poco leyendo el buen blog de Miguel Dao, quien es un coleccionista apasionado por la historieta y escribe muy bien, es muy provocativo, saca a relucir muchos nombres. Recientemente escribió algo sobre Leonardo Wadel y habla un poco ahí, de un tema bastante polémico, de “la canonización de Oesterheld”, que terminó opacando a numerosos nombres, historietistas igualmente valiosos. Cuanta gente buena, sólida, grandes narradores, dibujantes e ilustradores que ahora son nombres olvidados. Está bien, es un poco el destino humano…

De repente, el excesivo engolosinamiento con los personajes de siempre, hace olvidar a mucha gente talentosa que pasó. Le escribí a Miguel Dao: “Que bueno éste articulo”, pues a Leonardo Wadel yo lo conocí cuando trabajaba para Alemania (era de origen alemán) y seguía produciendo guiones.

Así un montón de gente. Alberto Balbi, un gran historietista ¿Qué fue de la vida de Balbi? Un dibujante impresionante. El mismo Lucho Olivera, que es más conocido, pero si Lucho hubiese vivido en otro momento, si hubiera tenido otras oportunidades, hubiese sido tan grande como el mismo Moebius a nivel internacional. Así hay abundantes nombres o trabajos olvidados, muchísimos. A mí quien me gusta mucho y siempre lo voy a traer a la palestra es a Silvestre Szylagyi, otro gran dibujante, pero que no está entre los que se nombran siempre. Está bien, es un poco inevitable…

Por último: ¿Que requiere Argentina para volver a ser la gran potencia editorial sudamericana en la impresión de historietas? ¿Son los editores la pieza que no encaja? ¿Es el público lector el que ha mermado su poder adquisitivo? ¿Son las nuevas generaciones de jóvenes inmersas en los videojuegos y que han perdido interés por la lectura de historieta?

Es una mezcla de todas esas cosas, pero tiene que ver también con los cambios sociales, económicos, culturales y la debilidad de ciertas formas de comunicación: Editar una revista es totalmente costoso, el kiosco se ha perdido. Hablábamos justamente de eso con la gente de COMIC.AR, un intento editorial que está medio naufragando. Un libro como Imperator, de 170 páginas, que es una historia completa, sale en 40 pesos. La COMIC.AR tiene 28 páginas y sale en 15 pesos. Cuesta hacerla el doble, porque tiene color y depende de la distribución, de los kiosqueros. La revista que para mí es fundamental pues es el motor de la historieta, resulta muy cara de producir y no puede competir con el libro (el álbum).

La revista, salvo el caso de Fierro que es un “milagro”…

No, no es ningún milagro porque tiene a Página/12

Digo “milagro” en el sentido de la tendencia mundial, que el magazine (la revista) lamentablemente haya desaparecido…

Sí, bueno, salvo en Italia donde todavía, por suerte y hasta cuando, la historieta sigue siendo popular y se consigue en el kiosco, por eso también me gusta tanto trabajar para ellos.

Entonces termina siendo una conjunción de diversas variables…

Es lógico, si uno deja de estar presente en la vida del público, el público se va a poner en otra dirección, inevitablemente van a buscar otras formas de diversión. También hay que tener en cuenta la pérdida del hábito de la lectura en general y hay un montón de componentes que han vuelto al mundo diferente, distinto. No es el que uno conoció de chico. Entre tanta oferta de entretenimiento atractiva y presente, hay que competir con demasiados nuevos estímulos.

Yo no creo que una cosa saque a otra. La televisión no acabó con la radio ni con el cine. Si es verdad que al sumar formas de entrenamiento y evasión, el espectro se abre y ya ninguna es tan hegemónica. Siempre digo lo mismo: “Si yo de chico hubiese tenido una oferta de 24 horas de dibujos animados por canal de cable y no esperar tal día, para ver el programa que a mí me gustaba en los cuatro canales que había en Buenos Aires, habría estado todo el día prendido a la televisión y si hubiese habido videojuegos, habría estado enloquecido con los videojuegos”. Son temas para tener siempre en cuenta.

Gracias Quique, por haberlo agotado en esta extensa entrevista.


Grabación: Carlos Tovar

Fotografía: José “Chiqui” Vilca

jueves, 26 de agosto de 2010

Entrevista a Enrique Alcatena en Lima (Segunda Parte)


Por Gabriel Zárate

La reciente publicación de “Imperatore” ha despertado mucha expectativa entre sus compatriotas, admiradores de su trabajo ¿Hay la posibilidad de continuar editando su extensa producción italiana aún inédita en español para el público argentino? ¿Qué sensaciones le produce saber que buena parte de su obra es desconocida y anhelada en Argentina y también en Sudamérica?

Es muy grato para mí, porque uno necesita siempre del eco. Lo que el autor argentino más lamenta y sufre probablemente, a partir de la caída de las editoriales nacionales, es la falta de contacto con el público local, con tus lectores, porque: ¡Está bien, yo trabajo para Europa! pero no es la misma ida y vuelta. No pasa por una cuestión de ego o vanidad, sino de saber que tu obra no es una botella que uno arroja al mar, sino que le llega a alguien.

Entonces, cuando eres editado en tu tierra, en tu país y tienes esa especie de devolución de los lectores, eso te ayuda a seguir adelante y cobrar nuevo entusiasmo. Cuando no es así, sientes que vas tirando botellas al mar. Es correcto cobrar por esas botellas, ya que es un trabajo. Ojalá se pueda volver a editar material, como se ha hecho ahora con “Imperator”. Estoy contento porque es una aventura por la que tengo mucho cariño. Si llega a salir “Acero Liquido” también me va a ser muy grato. Veremos…hay muchas historietas sin traducirse. Son años de títulos inéditos que me gustan mucho y que quisiera que se vieran publicados en Argentina.

Háblenos sobre su labor como profesor de literatura. ¿Por qué eligió dedicarse a la docencia? ¿Acaso la raíz está en sus precoces lecturas de historia y mitología? ¿Este juvenil interés es el origen de su vocación docente o es solo una pasión complementaria de su vida? ¿Cuánto ha enriquecido la lectura su labor de dibujante?

Bueno, mi familia es de docentes, mi padre y mi abuela. También somos de origen inglés por mi abuela. Siempre había una cosa anglófila en casa, abundaban los libros y enciclopedias en inglés. A mí siempre me gustaron los libros, también las revistas, no era que solo leía historietas. Tuve la suerte que una cosa no dejara fuera la otra. Ya desde chico me encantaba leer, fui un voraz lector de novelas. De hecho, me hubiera gustado escribir más y no solo dibujar historietas.

Al estudiar el Traductorado, que es mi profesión universitaria, me habilité para la carrera de traductor y elegí la docencia. Fue por las dudas, por el temor que podía traer los vaivenes de mi pasión de dibujante, que los tiene pues es un oficio bastante azaroso muchas veces. No me pareció mal tener otra fuente laboral, aparte del dibujo y que también me interesaba desempeñar. De joven tomé unas horas de docencia que he conservado y me especialicé en literatura inglesa. Disfruto mucho dictando literatura inglesa y complementa mi labor de dibujante que es muy solitaria, pues con las clases que imparto, interactúo forzosamente con otras personas.

No solo las imágenes despiertan imágenes sino también las palabras. Agradezco al destino el gusto por la lectura, porque eso te abre la cabeza, te suscita representaciones, ideas. Trato de volcar en mi oficio: la música, el cine y la literatura que son mis inspiraciones fundamentales. Más de una vez he dicho y no me canso de repetir, que la inspiración de un dibujante o artista gráfico, no solo puede ser la plástica o la gráfica. Tiene que venir de todas las ramas de la cultura, pues eso a uno lo enriquece. Mi deuda con todos los autores que he leído y disfrutado es absoluta.

La generación que lo precedió se formó leyendo la historieta argentina de los dorados años cincuentas. Usted en cambio, fue admirador de Stan Lee, Jack Kirby y Steve Ditko. Sin embargo no hay grandes cambios estilísticos entre su generación y la anterior. ¿Cómo explica esta continuidad historietística?

No te olvides que en esa época también editaban tradición argentina. Yo de chico consumía Novaro y me apasionaban las Marvel, pero después a los doce años descubro Columba y encuentro los trabajos de Lucho Olivera y eso fue un antes y un después. Eran otro tipo de historias, donde el empleo del blanco y negro me parecía muy seductor. En ese tiempo el plantearse dibujar superhéroes, era como de otra galaxia, pues no habían puntos de contacto. Yo vivía en Argentina y si iba a convertirme en dibujante tenía que trabajar para estas revistas argentinas. Lejos de mi cabeza, estaba la idea de dibujar para una editora norteamericana, quizá porque cada país tiene su propia industria y a uno tampoco le interesaba el exterior como Meca. Me dije entonces: “Estas son las revistas para las que voy a tener que dibujar”.

Ahí aprecié otro tipo de dibujo y otro tipo de historietas. Tampoco era que yo creciera tan cerrado y que solo existieran para mí los superhéroes. También me gustaba Tarzán, Príncipe Valiente, era un lector bastante abierto. Con el descubrimiento de Columba y la obra de Lucho Olivera, que es una de las influencias y presencias más fuertes que he tenido por el trabajo de Lucho y el cariño y el afecto personal que le tuve, lo extraño mucho todavía. Descubrir eso fue explicar un poco la tradición, porque a raíz de Columba fui descubriendo lo que se había hecho antes: Frontera, Hora Cero, la obra de Alberto Breccia. Después al poco tiempo sale Skorpio con El Corto Maltes y los dibujos de Juan Zannoto, que eran producciones mucho más elaboradas. Yo termino la secundaria el 75 y voy con mi carpetita a Record. Por eso no hay un punto de quiebre. Me sentía un dibujante argentino dibujando para Argentina. Por suerte las historias eran muy variadas. Estaba Juan Zannoto haciendo Henga. Mi admiración por Kirby y por Ditko no se cruzaba con esto, pues eran caminos diferentes.

En su generación abundaban guionistas con talento. En su opinión: ¿La predominante historieta personal, centrada en libertad del dibujante, desvirtúa la calidad narrativa de la historieta misma?

A veces sí. Por eso en general yo prefiero trabajar con un guionista. El dibujante tiene que ser muy atento, muy responsable para no caer en los excesos de la autocomplacencia. Muchas veces pasa, que porque uno quiere dibujar un elefante va a forzar la historia para que aparezca un elefante. En ese caso, el dibujo es el que gobierna la trama y no la consistencia narrativa o el interés de la anécdota que uno quiere contar. Entonces es importante lograr ese equilibrio.

En numerosos trabajos de Moebius se nota que por querer dibujar tal cosa, forzaba el guión para dibujarlo y darse el gusto, así pasa con muchos dibujantes. Admiro a Hugo Pratt como guionista, si bien él evidentemente quería dibujar indios amazónicos en la saga de Sudamérica, no supeditaba el guión a su ánimo de dibujar tal o cual cosa. Pero son pocos los dibujantes que tienen esa consistencia de narrador.

Con el tiempo, he tratado siempre que cada vez que me encuentro ante un guión, mis ganas de dibujar algo específico no realicen su propia historia. Es constantemente un peligro muy grande. El dibujante que trabaja con un guionista, que primero presenta en su cabeza la historia que hay que contar, no va a hacer este tipo de trampas. Hay que evitar la autoindulgencia, pero bueno, eso es muy humano también. A veces es inevitable caer en ello.

Enrique, usted reitera a los jóvenes la necesidad de disciplina y constancia, que requiere un dibujante, “para dibujar y cumplir sus metas” y con ello conseguir "vivir de lo que le gusta". Pero también afirma que actualmente: “Hay mucho vedetismo” ¿Cómo eran los dibujantes de los setentas? ¿Cuáles son las diferencias más relevantes entre su generación y la actual? ¿Percibe ahora un mayor reconocimiento mediático y elitista de los artistas gráficos?

Si, es una muy buena pregunta…Hay una gran diferencia: antes había trabajo. Entonces en mayor o menor medida, un historietista era parte de un engranaje industrial. Si trabajabas dedicado a la historieta y si te pagaban por eso, tenias que cumplir con plazos y tiempos de entrega, para poder vivir de tu oficio. Tu familia dependía de que cobraras. Era fundamentalmente una forma de ganarse la vida, la que más te gustaba, con la que disfrutabas, que te resultaba encantadora, pero siempre era un trabajo.

Eso entonces, no daba tanto lugar para el vedetismo. Al desaparecer la industria editorial, la historieta se vio como una disciplina artística más, donde el autor al no tener plazos de entrega ni el condicionamiento de un editor que le exige lo que tiene que dibujar, entonces puede dibujar sobre lo que quiera, sin que le indiquen lo que debe de hacer y con ello se fomenta la autoexpresión. Es un acercamiento mucho más artístico, libre, entonces una gran parte de la nueva generación de historietistas se ha quedado con eso, lo que no está mal. Sin embargo son diferentes, con una mayor libertad pero desorientada, porque no tienen nada que la encauce. Al no estar pendientes de los plazos de entrega, al no cobrar por el trabajo muchas veces, se ha vuelto una forma de autoexpresión. De ahí la nueva concepción de historieta como forma de expresión artística. La historieta siempre ha sido y tiene que seguir siendo una forma de entretenimiento popular.

¿Tiene que seguir formando parte de la cultura de masas?

Yo creo que sí. Se puede hacer algo muy hermético porque da para mucho. No es que todo tenga que ser comercial y popular, en un sentido peyorativo. Se pueden hacer cosas ambiciosas y hasta difíciles, pero no se puede suplantar totalmente su raíz de expresión popular.

Entonces estos artistas jóvenes, no han tenido que pasar por esos acondicionamientos, no han vivido laboralmente de la historieta y se dedican a otra cosa y la historieta pasa a ser una forma de expresión artística, un hobby creativo, como sería tocar la guitarra o hacer escultura. En eso se diferencian las generaciones de dibujantes. No es que antes no hubiese vedetismo y con marcados egos. Son famosos los egos en los artistas y los dibujantes, que son muy ególatras.

Pero es distinto, pues al no tener que pasar por ese filtro de la producción, toman su profesión de manera totalmente diferente. Por eso en los foros, muchas veces yo no entiendo las categorías desde las que ellos piensan el tema de la historieta.

Uno siempre quiere laborar en lo que le gusta hacer. A mí me gusta dibujar, uno quiere vivir de eso y no solo usarlo como un divertimento. Pero en el momento que para muchos jóvenes es un hobby de fin de semana, no existe punto de contacto con la forma en que yo entiendo la historieta. Para mí es mi forma de vida, aparte de mi hobby. Son formas diferentes que obedecen a diferentes momentos y no sé si se llegará a una síntesis. También el sistema del libro que ha remplazado a la revista conspira un poco en contra del oficio tradicional del historietista. Ya no son trabajadores asalariados que pasan a cobrar a fin de mes, sino como muchos escritores, sacan su libro y esperan después el tema de las regalías y de los adelantos.

Grabación: Carlos Tovar

Fotografía Javier Prado

miércoles, 11 de agosto de 2010

Entrevista a Enrique Alcatena en Lima (Primera Parte)


Invitado internacional de la FIL 2010 en Lima, el prestigiado dibujante argentino Enrique Alcatena, tuvo la enorme amabilidad de brindarnos una extensa entrevista para “El lector de historietas” durante su breve estadía en el Perú. A continuación sus aguardadas respuestas.

Por Gabriel Zárate

Enrique: Su decisión de dedicarse a ser historietista, fue algo que tenía claro desde muy temprano, pero se formó en Ediciones Record como autodidacta ¿Por qué no se decidió a estudiar dibujo si su meta era ser dibujante de comics?

Es una buena pregunta…Nunca tuve un especial interés en lo académico. Si bien en un momento consideré estudiar en Bellas Artes, en aquel tiempo el dibujo de historieta estaba totalmente fuera de la órbita de lo que se consideraba el estudio de las artes plásticas y el dibujo en general. Ahora también, no es que haya cambiado mucho. Aunque existió La Escuela Panamericana, por tradición, el dibujo de historieta tenía que ver con aquello que se movía fuera de los parámetros de la “Cultura” (con mayúsculas). Era algo a lo que uno accedía por dedicación propia. Yo también tenía el grave conflicto, en esa época más marcado que hoy, entre dedicarme a una carrera “seria” y a una profesión con riesgos, medio bohemia, como es el dibujo de historieta.

Entonces estudie una carrera universitaria para contentar a mis padres, para que ellos se quedaran tranquilos. De ahí deriva mi segunda profesión que es la docencia, pero mi vocación fundamental siempre fue el dibujo. Como yo me la pasaba dibujando desde chico, creía que con la dedicación, la paciencia, las horas invertidas en el tablero, el estudio personal de los dibujantes que me interesaban, con eso solo bastaba, por lo cual no me interesó seguir un estudio académico. Pienso que me hubiera venido bien, pero al mismo tiempo, también tiene su encanto ir descubriendo las cosas por sí solo. De haber tenido un maestro hubiera podido cortar el camino, pero es lo que yo elegí en su momento y no me arrepiento.

¿Qué recuerdos tiene de sus iniciales trabajos unitarios a fines de los setentas para Ediciones Record, en donde ya se aprecia su característico estilo gótico? ¿Cómo se forja este estilo donde predomina lo sombrío, lo maléfico, la tenebrosa recreación medieval?

El gusto por los temas históricos me acompañó desde siempre. Cuando yo empecé a hacer estos primeros trabajos a los que te refieres, el editor sabía que me fascinaba hacer historias de época. Siempre que aparecía un guión de época me lo reservaban. Me acompañaba desde muy chico, el interés por los temas de la Antigüedad, el Medioevo o de principios de la Edad Moderna. Todo lo anterior al SXX me seducía, quizá por lo diferente, por lo exótico. Entre mis grandes ídolos y formadores estaban Harold Foster y su “Príncipe Valiente”. También mis tempranas lecturas de la colección “Robín Hood”, de libros infantiles, muy importantes y populares a fines de los 50s e inicios de los 60s.

Todo ello contribuyó a que me decantara hacia la temática histórica. También me interesaban los temas fantásticos vinculados a lo sobrenatural, a lo mágico. Era inevitable, que en las historietas de ambientación medieval haya referencias a la obsesión por la muerte, la danza macabra. Son cosas a las que uno propende naturalmente. Habría que quizá hacer un estudio psicológico y ver porque y de donde salen todas estas obsesiones y fascinaciones.

En una entrevista afirmó que: “Todo artista aspira a que su obra escape al olvido”. ¿Cuáles son sus trabajos que podrían trascender y conseguir aquella necesaria valoración unánime para ser siempre recordados? ¿Quizá sea “La fortaleza de Móvil” con guión de Ricardo Barreiro? ¿Hay alguna otra historieta de su autoría, que quisiera saberla siempre vigente?

No pienso para nada en esos temas. Es verdad: Todos los que nos dedicamos al arte pretendemos que nuestra obra perdure. Para mí la obra es una sola, es un todo. No puedo hacer diferencias, pues cada una tiene lo suyo. No tengo especial cariño por ninguna, si bien valoro mucho lo hecho con Eduardo Mazzitelli, porque es lo más personal, es el autor con el que tengo mayor rapport en todo sentido, pero uno siempre quiere todo lo que ha producido.

Quizás las que menos quiera sean mis trabajos para las editoras americanas, donde eres un dibujante contratado para realizar personajes que pertenecen a ellos, el nivel en que te involucras es mucho menor, lo tomas como un trabajo y punto. Pero todo lo que ha salido, de alguna manera, de la cabeza o el corazón mío es una sola gran obra a la que vas añadiendo todo el tiempo y después se verá si sobrevive o no.

Quien sabe lo que va a sobrevivir, si en el siglo XXII valorarán más a T.S. Eliot o Bob Dylan. El caso de Shakespeare es paradigmático, era en su época muy admirado, pero había otros tan admirados como él. A la mayoría de la gente le preguntas por dramaturgos isabelinos y desconocen que en su tiempo había autores que eran tan o más reconocidos que Shakespeare y sin embargo han sido olvidados o son nombres solo para los especialistas o estudioso de la literatura. Eso es un juicio que termina escapando a uno.

Usted dijo en un reportaje del 96:”Al dibujante argentino no le gusta dibujar superhéroes, le interesa sólo por la paga”. Es resaltante, que dentro de su variada temática de sus publicaciones, se encuentren los superhéroes más destacados de la Marvel y la DC, incluyendo también la fantasía heroica encarnada en Conan el Bárbaro ¿Cual es el balance personal de su desempeño en el exigente mercado norteamericano? ¿Se siente satisfecho con lo realizado? ¿A qué se debe su fascinación por el personaje de Conan?

Cuando yo dije eso fue el 96. Todavía, comparativamente, había pocos dibujantes argentinos de superhéroes. Entonces hablaba desde la perspectiva de mi generación. A los dibujantes mayores que yo, no les interesaban los superhéroes, quizá los que vinieron después sí. Varios, realmente, no sé si les gustan mucho, pero ellos se educaron más con los superhéroes y se esfuerzan mejor por dibujar esos personajes. Hasta mi generación, yo era uno de los pocos que leía superhéroes. A los historietistas mayores no les interesaban para nada, no les entusiasmaban. Salvo Silvestre Szylagyi que era la solitaria mosca blanca, un lector fanático y la única excepción.

Yo me formé con las Novaro y más tarde descubrí las Marvel y me encantaron. Hasta ese momento no había interés por superhéroes en Argentina. A mi si me gustó dibujarlos y disfruté mucho algunos de los trabajos que hice para ellos. Fue un poco el sueño del pibe, dibujar a Batman, el personaje que uno ha leído de chico, dibujar Los Cuatro Fantásticos. Era gratificante pero fue un tiempo y ya está, no me interesaría volver a hacerlos, es más, porque la forma de hacer superhéroes que a mí me gusta, no es la que está en boga. El tratamiento que hoy en día se le da a ese género no me resulta interesante. No me gusta siempre la temática “realista” o “madura”. Para mí los superhéroes deben tener una cuota de ingenuidad, pues es absolutamente para chicos. Ahora lo veo muy adulto y el superhéroe para adultos, no me lo creo mucho. Salvo Watchmen que es una obra maestra, pero es otra cosa. Entonces fue una época de dibujante que disfruté. Es un mercado severo, pero no más que otros. Exigente en la medida que es muy riguroso con el cumplimiento de los tiempos de entrega, pero no les interesa que el trabajo sea superlativo, sino que esté a tiempo.

Conan es diferente porque es otra cosa, tiene que ver más con mis gustos permanentes. Cuando lo descubrí en el comic de Barry Smith el 70-71, fue descubrir la fantasía heroica, poco después también descubrí las novelitas de Conan, con las famosas tapas de Frazzetta, que me deslumbraron totalmente. Me gustaba porque el género de la fantasía heroica, de espada y brujería me resultaba muy cautivante. El hecho de mezclar la antigüedad, que siempre me había fascinado, con lo sobrenatural, con lo mítico, pero en clave de invento: Capas y espadas con brujería, era un coctel irresistible por todas las imágenes que suscitaban, pues está muy imbricado con toda la literatura de la épica: El rey Arturo, La Ilíada, los cuentos fantásticos de Las mil y una noches. Todo eso se encontraba en Conan.

Fue un personaje que me encantó. Me agradó mucho lo que se hizo en el comic, el trabajo de Barry Smith, de John Buscema. Eso sí, disfruté enormemente cuando hice mi temporada de Conan a principios de los noventas, porque ahí me sentía más a mis anchas. Era el universo en que a mí me gustaba moverme, no tanto el ámbito urbano de los superhéroes, sino este mundo más antiguo de espada, pues disfrutaba recreándolo. Conan es un personaje que me sigue cautivando. No haría esa fantasía del héroe musculoso si no me interesara tanto. Las cosas que hacemos con Eduardo Mazzitelli están inscritas en la fantasía también.

El guionista Eduardo Mazzitelli es un nombre obligado para referirnos a su obra, en especial a su producción para Italia. Coméntenos como se inicio esta sociedad de dos décadas, fundamental para la historieta argentina contemporánea. ¿Cuál es el método del trabajo en conjunto?, y ¿a qué atribuye el gran éxito de “Shankar” en el mercado italiano?

Con Eduardo Mazzitelli empezamos a trabajar el 88, pero yo no lo conocía entonces. En esa época por el sistema Editorial en la Argentina, era común que el trato entre colegas fuera muy disperso: el guionista entregaba los guiones a la editorial y después el editor se encargaba de distribuirlos entre los dibujantes.

Había distancia entre los guionistas y dibujantes

No se cruzaban guionistas y dibujantes y si se encontraban en la redacción y eran conocidos a lo mejor se tomaban un café. Columba trabajaba así. El guionista producía por su cuenta y el editor me decía a mí: “Una de época, toma para vos”. Pero ya en ese tiempo las cosas empezaron a cambiar lentamente, por ejemplo, “La Fortaleza Móvil” estaba ya escrita desde antes. Ricardo Barreiro no la había escrito para mí.

Yo había dejado de trabajar para Record desde hacía un tiempo. Después a mi retorno, le muestro a Alfredo Scutti las cosas que había hecho para Inglaterra. Scutti me dijo: “¿A vos te gusta hacer esto?” y me mostró “La Fortaleza Móvil” y fue después que conocí a Ricardo; planeamos juntos “Mundo subterráneo” y “El mago”. Yo a Eduardo aún no lo conocía. Él venía de Columba y empezaba en la misma época a trabajar para Record. Cuando vio “La Fortaleza Móvil”, decidió escribir “Pesadillas”, pero todavía no nos conocíamos personalmente. Alfredo Scutti me dijo: “Mazzitelli ha escrito “Pesadillas” especialmente para vos” “y bueno dámelo”, respondí.

Al poco tiempo iniciaba el dibujo de “Pesadillas” y recién empecé a tratar a Eduardo y a Walter Slavich. Al principio trabajamos los tres juntos, pero después Walter se fue alejando. También me llevaba mejor con Eduardo por afinidad que con Walter, quien se dedicó a la televisión. Con Eduardo seguimos trabajando juntos. Después de “Pesadillas”, que fue nuestra primera colaboración, empezamos a charlar todos los viernes religiosamente. Nos juntábamos en un Café, hablando de todo un poco. Siempre fue una colaboración muy estrecha, la que más me ha gratificado en lo personal y eso evidentemente redunda también en los resultados.

“Shankar” fue el trabajo más largo que hayamos hecho hasta ahora, el más extenso había sido “Acero Liquido” de casi 300 páginas. A nosotros no nos ha gustado nunca seguir un personaje hasta la muerte, nos agrada más el formato de la miniserie junto al episodio unitario porque nos permitía cambiar de tema, pero en un momento Eura (de Italia) nos propone hacer un personaje que tenga mayor prolongación, al que le dediquemos bastante tiempo, buscar un tema lo suficientemente abarcador para que durara. De allí surgió “Shankar”, de la cual hicimos diez sagas de 60 páginas.

Nos encantó, lo disfruté muchísimo, pero después los editores nos dijeron que se estaba volviendo muy hermética, con referencias culturales muy oscuras para un lector medio. “¿Nos dicen esto ahora? Esto lo venimos haciendo desde el año 89”. No estábamos produciendo nada nuevo ni exclusivo. Nos propusieron un “Shankar” episódico, de catorce paginas donde cada capítulo empiece y cierre. Yo dije: “Pero eso cambia totalmente lo que venimos elaborando con la serie”. También se podría haber hecho, pero ya es otro tipo de historia que tendríamos que contar. Decidimos suspender “Shankar” por ese motivo. Dejamos el personaje para retomarlo más adelante sin ningún tema dominante. Me dio pena, pues me gustaba muchísimo dibujarlo. Aparecían cosas tan variadas desde el folklore ruso hasta alusiones a los Beatles.

Grabación: Carlos Tovar

Fotografía: José “Chiqui” Vilca

miércoles, 4 de agosto de 2010

Entrega del Premio “Librería Contracultura de Novela Gráfica” en la FIL 2010


Por Gabriel Zárate

Hoy miércoles 4 de agosto, el último día de “La 15ª Feria Internacional del Libro de Lima” (FIL 2010) en el “Parque de los Próceres” (Jesús María), en el “Salón de Cómic”, a las 4.30pm, se premiará al ganador del “1º Premio Contracultura de Novela Gráfica 2010” y se anunciarán a los tres finalistas. El fallo es producto del Jurado compuesto por: Juan Acevedo, Enrique Planas y James Dettleff.

El ganador recibirá el premio monetario estipulado de dos mil nuevos soles (S/2,000) y la posibilidad de ver publicado su trabajo por la Editora Contracultura de Benjamín Corzo. Siempre con el auspicio de La Cámara Peruana del Libro y el blog La Nuez de Javier Prado.